Si el principal objetivo de tu
existencia hubiera sido salvarte, al momento mismo de hacerlo tu existencia
debería haber concluido y mejor te hubiera sido morir e irte al Cielo con el
Señor! Pero entonces, ¿por qué permitió el Señor que siguieras viviendo? ¡Para
salvar a otras personas!
Créase o no, cada cual tiene su propio
ministerio individual, algo que nadie más puede hacer. Nadie puede ocupar tu
lugar a menos que falles --como les ocurrió a unos pocos--entonces alguien sí
te podrá arrebatar tu corona. Esaú menospreció su primogenitura, la vendió por
un plato de lentejas --algo que en aquel momento parecía ser mucho más
importante--y perdió su lugar, el puesto de mayor importancia. Y en el caso de
él, ¡jamás lo recobró! Por mucho que se arrepintió y lo procuró con lágrimas,
¡ya era tarde! ¡Lo perdió para siempre!
¡No hay posición más elevada que ser hijo de
Dios ni honor más grande que poder servirle! ¡Servir a Dios es un derecho de nacimiento!
Nuestro nacimiento consiste en haber renacido dentro del Reino de Dios como
hijo o hija de Dios, y es nuestro derecho de nacimiento el ocupar un lugar de
servicio! Por eso, "¡Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu
corona!" (Ap.3:11) ¿Amén?
No hay comentarios:
Publicar un comentario